La última versión de la ZX-9R fue la de los modelos 2002 y 2003, y luego desapareció del catálogo de Kawasaki en 2004, sustituida por la ardiente ZX-10R. Se decía que esta ZX-9R era una de las últimas motos deportivas que todavía se podía conducir en carretera abierta y que era razonablemente agradable en pareja, a diferencia de las super e hipersport actuales, cada vez más potentes y más incómodas. Era interesante observar este modelo para ver cómo había envejecido, para ver si seguía representando el mejor compromiso entre sensación y comodidad. Y en términos de sensaciones, nuestro modelo de prueba estaba lleno de sorpresas…
Lamentablemente, el color negro no figuraba en el catálogo, que sólo ofrece el verde azulado y el plateado. Fue el propietario quien tomó la iniciativa de rehacer su armario y el resultado es muy convincente. El arañazo en el faro delantero derecho me hace pensar que una pequeña caída debió ser el motivo de llevar esta ZX-9R al taller de chapa y pintura. Es un negro brillante liso con «Kawasaki», «ZX-9R» y las famosas pegatinas «Ninja». En cuanto al equipamiento, no hay velocímetro digital, ni luces automáticas, ni indicador de combustible, ni horquilla invertida, ni inyección electrónica, ni frenos radiales. Es de la vieja escuela y un poco confuso al principio. En el salpicadero, hay dos medidores analógicos para el cuentarrevoluciones y la velocidad, dos pequeñas pantallas digitales que indican la temperatura del motor, el kilometraje parcial y total, y el reloj.
Esta última versión de la ZX-9R supone un cambio bastante radical respecto a la versión anterior, pero el cambio será aún más radical con la llegada de la ZX-10R al año siguiente. En 2003, se rediseñó el bastidor con una columna de dirección más rígida, así como los muelles de la horquilla. Recibió un nuevo basculante de aluminio extruido, más ligero y rígido que el anterior. Un nuevo monoamortiguador se encarga ahora de la suspensión trasera, lo que se dice que la hace mucho más agradable de conducir, especialmente en asfalto y otras carreteras, señala el concesionario de motos ocasión Granada Crestanevada.
En cuanto a la frenada, Kawasaki también ha mejorado el modelo con discos de 320 mm y pinzas más ligeras de 4 pistones que sustituyen a las pinzas de 6 pistones del modelo anterior.
La carrocería trasera ya no tiene los asideros para el pasajero, es más estilizada como el resto de la gama ZX-R. Personalmente, me gusta mucho más este aspecto que el del modelo anterior, que parecía un GT al final. Se trata de un deportivo realmente agresivo, con sus faros gemelos aerodinámicos, la toma de aire similar a la del F16 Falcon y la parte trasera puntiaguda.
Un mecánico saca la máquina del taller y mi primera impresión es que es muy grande. Las últimas motos deportivas son cada vez más finas, ligeras y elegantes. La ZX-9R es enorme. Mi primera sorpresa fue el neumático trasero cuando di la vuelta a la moto. Un Michelin Pilot Road completamente aclarado y cuadrado. Ya de por sí no me gusta mucho el concepto de poner un neumático de carretera en una moto deportiva, pero si está al final de su vida útil, es cuanto menos preocupante.
El mecánico la llevará al taller de enfrente para comprobar la presión de los neumáticos y allí se dará cuenta de que los pocos meses que la moto ha estado en el taller han hecho mella en la batería. La batería está completamente descargada y consiguen arrancarla con la ayuda de cables… El paso por la autopista será muy bonito. La burbuja ofrece una muy buena protección. El puesto no es demasiado cansado, así que lo que había leído era cierto. Se trata de un modelo deportivo que coquetea con el GT en términos de placer de conducción. El molino también es agradable, me esperaba algo más violento pero aun así sube rápido y sin problemas. Por otro lado, el ajuste de 106 CV corta las revoluciones en torno a las 8000 rpm y esto es muy frustrante. Puedes sentir que el motor va a empezar a dar su voz y es salvajemente amordazado. ¿Y la libertad de expresión?
Dejamos la autopista para sumergir la ZX-9R en una serie de curvas. Es evidente que el D207 delante y el anticuado Road detrás no son un buen compromiso. A la moto le cuesta entrar en la curva y luego se cae de forma bastante brusca. El chasis se ve bien, pero mientras los neumáticos no estén a la altura, la moto definitivamente no tiene las mejores sensaciones.
Atravesamos un pueblo y ocurre lo inevitable: un semáforo en rojo. Apenas tengo tiempo de poner la aguja del velocímetro a cero antes de que el motor se quede desmoralizado. Por desgracia, la luz está en una ligera subida. Así que damos la necesaria vuelta en U y el inestimable Julien ya se ha deshecho de su casco, se ha remangado y ha empezado a empujarme. Unos metros más adelante, el motor vuelve a arrancar. El sudor ya cae por mis sienes bajo este sol abrasador. Hago cantar el motor con la ingenua esperanza de recargar un poco la batería. Doy la vuelta como puedo para volver al semáforo, y cuando las ruedas se paran… se cala.
La paciencia es una virtud que desgraciadamente no tengo. El mismo escenario se repetirá para reiniciar la ZX-9R y esta vez, dejaré la moto en las revoluciones para evitar que se cale. El semáforo se pone en verde y salimos del pueblo para tomar de nuevo la sinuosa carretera. La sensación sigue siendo la misma: una sensación de rigidez tranquilizadora, una suspensión flexible que no rompe la espalda, una posición de conducción que no presiona demasiado las muñecas, pero los neumáticos son un terrible hándicap.
Es difícil sacar una conclusión sobre un modelo cuando se prueba una moto que dista mucho de estar en perfecto estado. Si se intenta ignorar los problemas encontrados, se puede ver que el confort para una moto deportiva está realmente presente. El motor es muy agradable, aunque es limitado y permite dar cuerda de forma agradable o enfadarse si le haces un poco de cosquillas. La suspensión es muy eficaz, lo que hace que uno se pregunte por la necesidad de las horquillas invertidas, aparte de la estética. La suspensión es siempre serena y no demasiado rígida, especialmente en asfalto deteriorado. En cuanto a los acabados, se puede dudar de la calidad de la mano de obra, aunque se puede sospechar que el cuidado dado al vehículo por su propietario no es en absoluto irreprochable.